SALGAMOS DEL ENCIERRO
16 de agosto del 2020
Miriam Suárez Vargas
Desde mi encierro debido a la pandemia, escucho una música que a ratos se acerca y aleja, me asomo a la ventana, es una banda, son músicos acompañados con sus familias, arrastran una carretilla para juntar las ayudas que la gente solidaria pueda brindarles, portan un recipiente en la mano, tocan las puertas, no imponen, solo piden ayuda para sobrevivir un día más. Por la tarde…, vuelvo a oír tambores, serán los mismos? parecen estar recorriendo la calle, es una tamborita, sus integrantes se ven cansados, no siempre la suerte y el buen tiempo acompañan. La escena es dramática, no siento la alegría que invita a bailar, me invade un sentimiento de pérdida, de tristeza, los músicos caminan las calles esperando la solidaridad hospitalaria de la vecindad, en tiempos del COVID.
Éste es mi país, mi pueblo, desigual, diverso, plural, controlado por castas golpistas quienes se disputan el poder político, lo necesitan para continuar “usufructuando” y vendiendo los recursos naturales de las, les y los bolivianos, a los golpistas no les importa la vida, la democracia es un escudo para cubrir sus fechorías y doblegar por la fuerza el espíritu libertario de los movimientos sociales, buscan completar su proyecto extractivista y represor ahogando las voces que condenan el golpe de Estado y su política de muerte.
Con la excusa de cuidar la salud, las autoridades que acompañan a la autoproclamada presidenta, lanzan a las calles sus fuerzas represoras, aquellos uniformados cuyos únicos antecedentes conocidos son tan funestos que siembran el miedo en la gente. Cualquier movimiento social, concentración y desobediencia es y será penalizada (criminalizada), vocifera un ministro, contrapuntea otro: “serán perseguidos los terroristas por atentado a la salud pública, los tenemos identificados, ¡a la cárcel por sedición!” ¿Desde cuándo el derecho a la protesta se califica de sedición?, ¿desde cuándo la represión acabó con las ansias de libertad?, las fuerzas de los movilizados es la fuerza que anima a los pueblos a caminar hacia la meta de vivir en libertad, cobijadas/os por un horizonte de igualdad que respeta las diversidades, sin pensarse o situarse una por encima de nadie.
En la soledad inaguantable del encierro, ante los episodios de odio, el terror institucionalizado y los latrocinios que se descubren a diario, decidí ser una movilizada más, con los recursos disponibles -que son pocos- me pienso, me veo y soy una activista que condena la cultura de la muerte, cerrándole las puertas a los patriarcas del oscurantismo, revestidos de blanco para ocultar sus verdaderos rostros, de desprecio al diferente, desenmascarando a las autoridades indolentes, que dictan medidas no pensadas para un país de tantas diversidades que cohabitan en este vasto territorio.
Argumentos tienen, robaron las palabras de los movimientos sociales para despistar al oyente. Sin embargo, según la procedencia de los movilizados, aplican selectivamente la crueldad, si son pobres, indígenas o rebeldes opositores al gobierno en transición: no tienen almas, carecen de espíritus, son salvajes, no hay consideración alguna para ellos/as; si son jóvenes urbanos, blancos, con economías solventes, movilizados para que la transición perdure por largo tiempo, son demócratas; aunque promuevan en las calles el racismo y la criminalidad, cometiendo las peores humillaciones contra las mujeres, los indígenas, los pobres, las/os desempleadas/os movilizados en defensa de sus derechos.
Ni la pandemia del COVID-19, ni los discursos amenazadores de los golpistas en contubernio con la Unión Juvenil Cruceñista y la mal llamada Resistencia Juvenil Cochala, lograrán quebrantar el espíritu combatiente de los movimientos sociales.
¡!Basta!! salgamos del encierro, vamos a fortalecer la esperanza de nuestros pueblos, unidos contra cualquier intento de retroceso a la vieja república indiferente a las naciones y diversidades que cohabitan en este territorio Plurinacional.
Condenamos la violencia venga de donde venga!!!