Esta semana los psicólogos Nora Rubí y Julen Chato terminaron su voluntariado en Casa de la Mujer. Después de tres meses apoyando la orientación psicosocial a víctimas de violencia de género nos cuentan cómo fue la experiencia.
Ellos participaron en una convocatoria de la Fundación Haurralde, de España, en la que después de varios procesos de selección los eligieron como voluntarios y posteriormente les designaron un país sorpresa. Para su caso fue Bolivia.
Si bien en un principio la adaptación cultural no fue fácil, ambos coinciden en los aportes de la experiencia para su formación profesional y humana, y en la satisfacción de haberles dejado algo en las mujeres a quienes atendieron.
Julen Chato, por su parte, estuvo encargado de los primeros auxilios psicológicos y contención antes de que pasaran a la atención legal o psicológica. “Muchas de ellas llegan con un sentimiento de aislamiento, a veces de muchos años, y tienen la necesidad de ser escuchadas. Algunas no cuentan con su familia ni con amigos, están completamente solas”.
Además, Julen resalta el hecho de que el servicio legal y psicológico sea gratuito y abierto, pues esto hace que Casa de la Mujer se convierta en la primera o en la última opción de muchas mujeres que están viviendo situaciones de violencia y no tienen recursos económicos.
“Algunas ya han pasado por la Defensoría o la Felcv y llegan aquí porque saben que es un lugar donde se les puede ayudar –dice Julen– Por eso, que exista esta posibilidad y que se mantenga sería muy beneficioso”.
Como voluntarios, otro de sus compromisos fue el apoyo en la elaboración de un proyecto para la búsqueda de financiación, que permita la sostenibilidad económica de la atención jurídica y psicosocial.
Gratitud de ida y vuelta
El último día de trabajo Nora Rubí recibió visitas, llamadas y detalles de varias pacientes y sus hijos. No había sido fácil escuchar tantas historias fuertes en tan poco tiempo, pero al percibir la gratitud de las mujeres, sus buenos deseos, la intención de conversar hasta el último minuto, pensó que todo había valido la pena.
Nora Rubí, quien además presta servicios para la Cruz Roja en su país, piensa que el voluntariado es una forma de recibir y aportar. “Se reciben otras formas de ver y de pensar desde una cultura completamente diferente”. Y a la vez se aportan otras formas de hacer.
“Cuando alguien está dentro de un problema –afirma Nora– es difícil ver posibles soluciones de una forma objetiva. Cuando estás fuera y te haces un mapa general es posible hacer aportes interesantes”.
Su paso por Casa de la Mujer le sirvió para tener una visión sobre algunos aspectos culturales que agudizan la problemática de violencia de género. Especialmente le llamó mucho la atención que en algunos casos desde las mismas familias no se apoye a las víctimas.
“A nivel social hay una presión muy grande a la hora de decidir si romper la relación, parece que todo el mundo va hablar o a criticar. La mujer siente mucha presión en el sentido de que se cree: ‘es tu marido, tienes que aguantar’”.
Otra problemática que notó es que muchas veces se justifica el mantenerse en una situación de violencia por los hijos, cuando “para los hijos es mucho peor estar dentro de esa situación, que el hecho de que los padres se separen; porque están viendo un escenario en el cual asumen que es natural que haya violencia dentro de la familia”.
Por eso, es importante que el apoyo psicosocial esté presente en estos casos.
"Es necesario que la víctima se sienta arropada, escuchada, comprendida, porque normalmente al estar en ciclos de violencias se sienten culpables, pues los maltratadores les hacen creer que son ellas quienes generan esas situaciones. Hay que desestructurar todos esos pensamientos. Hacerles conscientes de que han sido víctimas es fundamental para que logren salir de esa situación y no se repita en el futuro".
Nora y Julen regresaron al País Vasco para continuar con su carrera.